jueves, 21 de noviembre de 2013

'De tal padre, tal hijo' - La misión de la paternidad

Título original: Soshite chichi ni naru (Like Father, Like Son) Director: Hirokazu Koreeda Guión: Hirokazu Koreeda Fotografía: Mikiya Takimoto Reparto: Masaharu Fukuyama, Yôko Maki, Jun Kunimura, Machiko Ono, Lily Franky    Distribuidora: Golem Distribución.

En contra de lo que a primera vista se pueda pensar, “De tal padre, tal hijo” no trata (solo) sobre el intercambio de dos niños al nacer; en lugar de ello es una película que ansía reflexionar sobre la paternidad. ¿Qué significar ser padre? ¿Sustentar a la familia y garantizar el éxito del hijo o darle un hogar cálido lleno de amor y aceptación? ¿Cuándo se comienza a ser padre? ¿Nada más ver al hijo, cuando uno se reconoce física o psicológicamente en él, tras habituarse al cambio radical que ha tomado tu vida, o tras haber pasado horas con el niño? ¿Es igual esta situación para el padre que para la madre, quien lleva al niño en su vientre nueve meses antes de encontrárselo de frente? Sin duda la noción de ‘paternidad’ cambia con el tiempo, radicalmente cuando se tiene un hijo, y sin duda es distinta en cada familia y en cada progenitor. El tema del cambio de recién nacidos es la excusa que permite lanzar estas reflexiones y captar la atención del público. Además permite explorar otra de las cuestiones fundamentales del film: el significado de los lazos de sangre. El intercambio de recién nacidos es en Japón, como en España los robos, un tema de gran vigencia; y el significado de los lazos de sangre fundamental en la cultura japonesa.

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La principal misión en un drama como este es la credibilidad del relato. Que las preguntas y las respuestas surjan solas, sin ser forzadas, haciendo de los personajes algo más que signos en el discurso: personas reales que sufren, aman y viven. La equilibrada sencillez de Koreeda y su particular sensibilidad parecían adecuadas para el desafío.


Así es durante los dos primeros tercios del filme en los que se presenta a los protagonistas, se plantea el dilema de si cambiar o no a los niños como sugiere el hospital y ambas familias comienzan a conocerse. Durante más de una hora surgen todas las preguntas por sí mismas, de forma natural y emotiva. Todo está medido y calculado por la dirección y el guión de Koreeda: el protagonismo absoluto de Masaharu Fukuyama, personaje que se planteara todas las preguntas del filme y padre volcado en el trabajo, sin apenas tiempo que pasar con su hijo pero absolutamente implicado en su formación y tan ansioso de ser amado por su hijo como de verse reflejado en él; la dirección minimalista y las actuaciones que buscan transmitir la sensación de naturalidad; la emotividad de la película con la música de Beethoven para marcar el tono emocional en los momentos oportunos sin resultar excesivamente ñoña y molesta; el contraste sociocultural y educativo entre las dos familias; las diferencias entre las madres y los padres y sus relaciones entre sí, etc. Todo está escrupulosamente controlado, y sin embargo, Koreeda logra matizar los contrastes y escapar de un film de héroes y villanos para que el relato parezca natural, desaparezca la cámara, y nos dejemos llevar por un relato con vida propia.

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Pero, una vez tomada la decisión de los padres llega el último tercio y la hora de ofrecer respuestas. Entonces todo se vuelve forzado, el discurso devora al relato, los minutos pasan despacio y, aunque hay momentos emotivos de gran intensidad, notamos cierto sentimentalismo forzado en busca de nuestras lágrimas.

A base de emotividad, redención y respuestas se alcanza un bonito e intenso final. El espectador sale contento de la sala, se recrea unos instantes en lo que ha visto y sin dificultad le da carpetazo. Spielberg llora y compra los derechos para un remake.

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