Título original: The Counselor Director: Ridley Scott Guión: Cormac McCarthy Fotografía: Dariusz Wolski Música: Daniel Pemberton Reparto: Michael Fassbender, Brad Pitt, Javier Bardem, Cameron Díaz, Penélope Cruz, Rosie Perez, Bruno Ganz, Rubén Blades, Toby Kebbell, Édgar Ramírez, Natalie Dormer, Fernando Cayo, Sam Spruell, Goran Visnjic, Dean Norris, John Leguizamo, Velibor Topic, Giannina Facio Distribuidora: Twentieth Century Fox
Probablemente, el principal problema de El Consejero sea presentarse como un thriller sobre drogas. En
realidad, la estructura de thriller solo es el motor de la historia y las
drogas no son más que una metáfora de la tentación. Ante todo, El Consejero es una historia de McCarthy.
Rodada por el director equivocado.
Los principales temas de la película no sorprenderán al lector de Meridiano de sangre o Todos los hermosos caballos. La destructiva
seducción por el poder. El poder del dinero, del sexo y de una mujer
inteligente o un abogado de éxito. Esta ambición por el poder nos convierte en
depredadores y presas y siempre hay una Cameron Díaz capaz de follarse un coche
de millones de dólares, más ambiciosa y más astuta que nosotros para darnos
caza. La importancia de las decisiones tomadas y la imposibilidad de rectificar,
enmendar los errores o de volver atrás; y al mismo tiempo, la imposibilidad de
predecir las consecuencias de nuestras elecciones, pues a menudo no nos dimos
cuenta de su importancia o de estar eligiendo cuando las tomamos. El mundo es
un lugar violento e impredecible: esa es la visión del ser humano y la vida de
Cormac, algo violento pero hermoso y en el caso del hombre con posibilidad de
elección. Todos los temas de la película pertenecen a la autoría de uno de los
mejores escritores norteamericanos vivos.
También es propio de McCarthy esos diálogos densos entre sencillos y humildes
y transcendentales. Diálogos como el de la importancia de cada elección, con
Antonio Machado de fondo, y que ha sido criticado en exceso. Tampoco sorprende
en el escritor de No es país para viejos,
esa marcha de la historia en la que suceden muertes y desgracias y no nos queda
claro el motivo, con el espectador/lector sorprendido y sin encontrar sentido a
la narración principal (pues no es más que una excusa, un mcguffin, o una metáfora), como si la violencia y el castigo
recibido por los personajes fuera gratuito y exagerado. Y así lo es, sin duda,
para los personajes.
Si lo vemos desde este punto de vista y no desde el de un thriller
sobre el narcotráfico, entonces tal vez podríamos perdonar que el enredo
criminal no quede nada claro y el coitus interruptus final,
para disfrutar de esa estructura trágica que se nos va adelantando de continuo.
En la primera lenta mitad de la película vemos como cada personaje toma una
decisión seducido por el poder, el sexo y/o la codicia, pide consejo -sobre
todo el consejero- aunque nadie puede
darlo, y somos conscientes de que algo va a estallar en cualquier momento. En
la segunda mitad incluso podríamos disfrutar de la caza sinsentido a la que se
ven sometida los personajes y de los diálogos. El único problema es que, aunque
la historia sea de Cormac McCarthy, el director sigue siendo Scott.
En las manos de Ridley Scott los diálogos profundos y meditados pero
naturales de McCarthy se vuelven presuntuosos y forzados, los personajes ridículos
con un exceso de maquillaje y, lo que es peor, la imprescindible atmosfera
hermosa y salvaje y el tono ágil y denso del escritor no aparecen por ninguna
parte. McCarthy es un escritor capaz de decir mucho sin decir nada, con
naturalidad y sobrentendidos; es experto en hacer que lo implícito, lo que se
comunica con una mirada, cale hasta los huesos al lector. En ‘El Consejero’ tenemos esa habilidad con
la elipsis, de ahí el desconcierto al seguir el thriller y situar a los
personajes -a menudo no sabemos cómo funcionan las cosas, ni por qué se han
metido en ellas. Así es la vida-; y, sin embargo, en lugar de introducirse en
nuestra carne los temas realmente importantes como en sus novelas, en la
película todo nos resbala y se vuelve gratuito, cuando no molesto.
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