jueves, 10 de enero de 2013

Crítica 'Blancanieves': Cuento español, que no españolada



Título original: Blancanieves Director: Pablo Berger Guión: Pablo Berger Música: Alfonso de Vilallonga Fotografía: Kiko de la Rica (B&W) Reparto: Macarena García, Maribel Verdú, Sofía Oria, Daniel Giménez, Ángela Molina, Pere Ponce, Josep María Pou, Inma Cuesta 
Distribuidora: Alta Films

Los cuentos, como mitos populares que son, son proyecciones de la psique del pueblo, de lo que se ha llegado a llamar “inconsciente colectivo”. Estos cuentos fueron alterados, creciendo de boca en boca hasta fijarse por la pluma de maestros como los Hermanos Grimm. Es el caso del cuento inmortalizado por Disney: Blancanieves.

Muchas revisiones cinematográficas se han hecho desde entonces, pero ninguna como la que nos ocupa. Pablo Berger adopta el cuento como nadie captando su esencia y espíritu. Su adaptación no se limita a traspasar la historia de Blancanieves a la magnífica recreación de la España de los años 20; a cambiar el narcisismo de la madrastra reflejado en su espejo por otro proyectado en las revistas, al padre por un torero mutilado y castrado, etc. No, Pablo Berger va mucho más allá. Reintrepretando el cuento pretende plasmar el espíritu de España, su inconsciente colectivo reflejado en el folclore, el arte, la cultura española.

Por ello es tan importante volver a los orígenes. A las raíces del cine español mudo de los años 20, cuando ya había un potente lenguaje expresivo establecido, y a su correspondiente época, donde España aún no había perdido su idiosincrasia con una reaccionaria europeización. La película explora por tanto las profundidades de lo que es, o al menos fue, ese espíritu español. Este es el motivo de la decisión estética: B/N y silente, y del protagonismo del folclore y su sentido dentro del film.

Por folclore me refiero, claro está, al toreo como exaltación de la vida a través de la muerte y el flamenco como expresión de la vitalidad, para Berger antesala de la muerte. La niña, recluida primero con su tía, se cría como cantaora, para después, con ayuda del gallo “Pepe” –curioso el símbolo de resurrección que recordaremos en la última escena- reunirse con su padre y reapropiarse de sus herencia torera. Esto, por supuesto, antes de que el gallo acabe en la cazuela en un posible guiño a Baby Jane.

España no es solo folclore, ergo Blancanieves tampoco. El director retoma también otros aspectos de la cultura ibérica. Es el caso de los enanos de Velázquez, el folclore -y no solo- goyesco, ciertas melodías que evocan a Joaquín Rodrigo, y más. Lo que no impide, e incluso potencia, una dimensión grotesca repleta de pinceladas góticas y humor negro muy acertadas y de acuerdo a la atmósfera real del cuento original. Esto no quita que el sibilino personaje de Maribel Verdú esté demasiado exagerado en su falta de sutilidad, sea por su actuación (magnífica en otras circunstancias) o, más probablemente, por la insistencia para deleite del guión.

El resultado son múltiples interpretaciones imaginables. ¿Son los seis (!) enanitos proyecciones del subconsciente de Carmen/Blancanieves? ¿Es la segunda parte, la de los enanos, un sueño? ¿Es acaso la protagonista un reflejo de la España tradicional, criada entre flamenco y toros, que debe enfrentarse a la vanidad y al cambio y combatir sus propios miedos? ¿Una crítica social? ¿O es simplemente un gótico melodrama de amor? Bienvenidos a la feria de Blancanieves, sois libres de elegir, pero disfrutad, ante todo disfrutad el increíble y único espectáculo. Disfrutad de la resurrección del cuento. Pasen y vean.

Y es que hay mucho donde deleitarse al margen de interpretaciones y transcendencias. Hasta los más hedonistas podrán satisfacer su necesidad sensorial de una experiencia inolvidable, pues ese “dejarse llevar” es uno de los objetivos de Berger. El lirismo es embriagador, la metáfora de algunas imágenes –el chorreante cambio de blanco a negro luto, por ejemplo- son brillantes y los juegos de luces y sombras enormemente estimulantes. La recreación de la época, como hemos dicho, es perfecta; el ritmo logra una enorme intensidad y suspense cuando es menester;  los encuadres son seleccionados con dedicación obteniendo un magnífico resultado; el montaje acelerado y los movimientos de cámara (aun con el uso de encuadres y movimientos impropios del silente) evocan  una época del cine donde la superposición de imágenes, los primeros y primerísimos planos eran herramientas habituales al servicio del melodrama. Funcionaba. Y funciona, nada falla en esta obra maestra.

También habrá guiños para los más cinéfilos, desde el clásico de Disney –el enano gruñón, los besos de despedida a los enanos- y la historia de Cenicienta, hasta guiños a genios del cine como Hitchcock –la entrada al cortijo con el irónico cuadro del padre presidiendo la mansión parodia demasiado a Rebeca-, y por supuesto Tod Browning para las partes más grotescas – La Parada de los Monstruos inspira momentos como el final feriante y la compañía de los enanos. Entre guiño y guiño, que en el fondo no son más que estimulantes anécdotas, la dirección de Pablo Berger logra tres atmósferas distintas para según qué momento del film, pero siempre con lirismo. Un ambiente pastoral para la vida en la España rural, otro gótico para el interior de la mansión y un último grotesco para la compañía de enanos, cada uno caracterizado sabiamente por música y fotografía.


Efectivamente, la música de Alfonso Villalonga (Mi Vida Sin Mí - Isabel Coixet) merece incuestionablemente el Goya. Por su capacidad de ambientar la época acomodándose al escenario, de caracterizar cada personaje, de constituir la banda de ruidos y sonidos e intensificar las emociones. Todo ello sin robar protagonismo a la imagen, absoluta protagonista. En realidad la película no es muda, Villalonga es su voz.

En este sentido de dejarse llevar, de escenas inolvidables, no puedo evitar destacar en primer lugar la muerte/nacimiento de Carmen en paralelo a la operación de su padre (todo el prólogo es impresionante); la muerte de la tía y el magnífico clímax final en la plaza de toros (admito que se me escapó una emocionada lágrima). Tampoco se escapa el epílogo “freak”, donde en una despiadada escena Berger juega con nosotros regalándonos un cierre redondo. Mucha suerte sería renacer dos veces: los labios de su príncipe azul no podrán rescatarla una segunda. Otro gran acierto del director.


Pronto serán los Premios Goya y ya sabemos los nominados. Las grandes favoritas son dos: Lo Imposible y Blancanieves. La primera es una enorme americanada lacrimógena, pornografía emocional para marujas burguesas que quieren sentirse humanas. Pero Blancanieves es una exquisitez profundamente española, que no españolada. Espero que se lleve todos los premios para los que es candidata. Al menos, “mejor película”, “mejor director”, “mejor dirección artística”, “mejor banda sonora”, “mejor guión original”, “mejor montaje” y “mejor fotografía”. Esto sin contar los premios a las actrices. Desde luego lo merece. Yo, por mi parte, seguiré atento a la trayectoria de este director y sin duda volveré a ver esta joya del 2012 y me atrevo a decir, del cine español.

2 comentarios:

  1. Si me permites compañero voy a hacer un breve apunte a tu elaborada crítica. La película es un claro reflejo de la España tradicional, como bien dices, pero quizás peque demasiado para introducir la historia. La primera parte es un culebrón de los que veía mi abuela a las 16h de la tarde... Es a partir de la aparición de los enanos cuando la tragicomedia se convierte en un hermoso y macabro cuento de superación e injusticia.

    Lo mejor es que posee elementos del cine mudo que no aparecen en la modernez de The Artist. El montaje es magistral y los primeros planos son muy acertados y necesarios. En la cara cubierta de lágrimas de Blancanieves veo a la Juana de Arco de Dreyer desconsolada ante su amargo destino. Veo las terroríficas miradas de filmes expresionistas -Nosferatu, El gabinete del doctor Caligari, Vampyr- que marcaron escuela e hicieron temblar al modesto público de principios de siglo. Hoy nos deleitamos con ese protocine oscuro y lírico, y Blancanieves consigue desenterrarlo para hacernos reir, llorar, emocionarnos. Un aplauso para Pablo Berger.

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  2. Estampas curiosas, una mirada diferente, un final desolador.... Hay buen material y hermoso cine en las imágenes de 'Blancanieves' que nos trae Pablo Berger. Aunque no sé si el hecho de que se haya llevado diez Premios Goya en la última edición dice mucho de nuestro cine. Un saludo!!!

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